Operación paquita by Jorge Llopis

Operación paquita by Jorge Llopis

autor:Jorge Llopis
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
publicado: 2016-06-12T22:00:00+00:00


XIV

UN MUERTO QUE HABLA Y OTRAS COSAS GORDAS

El horror paralizó nuestras lenguas, desorbitó nuestros ojos y acartonó las articulaciones de nuestros miembros. ¡El cadáver de Evans! ¡Maldición y mil veces maldición!, que hubiera gritado un héroe de novela antigua, editada por Sopena...

¡El cadáver de Evans! ¡Pobre amigo! ¡Inocente criatura a quien una aleve mano sacudió el mortal tortazo que lo condujo a la tumba! ¡Triste florecilla del pensil humano, marchitada por el huracán de las ignotas pasiones desatadas! ¡Grácil tortolilla que no había podido terminar su alegre pío, pío, por culpa de...!

—¡No seas repipi y calla! —me gritó Roberto, fuera de sí.

¡Había estado pensando en voz alta sin saberlo!

Pero, ¿qué podía hacer sino eso? Uno de nuestros más queridos compañeros yacía en el suelo, inerte. Un nuevo escalofrío de horror me sacudió a placer. ¡El cadáver de Evans! ¡Daba miedo pensarlo y más miedo aún verlo, porque... el cadáver aquel se movía!

Sí, se movía lentamente, como si desde el más allá, nuestro simpático camarada quisiera revelarnos algún secreto.

Lo más extraño de todo fué que el cadáver de Evans, después de moverse... ¡habló!

¡Habló con la aguardentosa cadencia que tuvo en vida! ¡Qué cosas tan raras tiene a veces la Madre Natura! ¿Ante qué original fenómeno nos hallábamos? ¿Qué revelaciones “post mortem” iba a comunicarnos Evans, convertido de repente en un personaje de Poe?

Lo que no me pareció de Poe fué lo primero que dijo el cadáver, que fué lo siguiente:

—¡Jolines!

Y se incorporó, mirando en derredor con una límpida mirada de sus ingenuos ojos.

Reímos alborozados. ¡Evans estaba vivo! Evans estaba vivo, lo que ya de por sí era para alegrarse y, además de vivo, despertaba comenzando su natural elocuencia con una jugosa exclamación, sabe Dios si inspirada en filosóficos soliloquios o en interesantes experiencias, vedadas a los profanos.

Porque, se mire como se mire, su situación no se podía resumir más brevemente que con aquel lírico y elegante ¡jolines! con que había despertado. ¿Hay alguna palabra más elocuente que aquélla para resucitar de repente e incorporarse al mundo, a sus pompas y vanidades? ¡No la hay, como no sea la otra, la que no había dicho Evans, la que están pensando todos ustedes, la que, disfrazada de lo que dijo Evans se agazapa traicionera y pugna por salir y... ¡Bueno, vamos a dejarlo!

Roberto no pudo reprimir su gozo, abrazando a nuestro Lázaro; yo, por mi parte, hice otro tanto y tía Adelaida, solemne y pegajosa, estampó un ósculo materno en la mejilla izquierda del compañero que regresaba al redil.

—¿Qué te ha pasado? —fué nuestra primera pregunta.

—¿Que qué me ha pasado? —inquirió a su vez Evans, poniendo los ojos en blanco.

Y nos lo explicó todo. Parece ser que, como nosotros, había escuchado desde su cuarto pasos misteriosos. También como nosotros se decidió a investigar por su cuenta, avanzando en la oscuridad a tientas hasta divisar a lo lejos a don Blas, el esposo de doña Carlota, el cual, abandonando su práctica silla, se hallaba esta vez sin el arma contundente que le había hecho cosechar tantos triunfos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.